Podium
La generación de Mar Flores creció con la tele siempre puesta en casa. La tele era un lugar feliz donde todo el mundo reía, bailaba y era bellísimo. La tele era la solución a todos los problemas. Un día, Mar iba caminando con una amiga por un centro comercial y les ofrecieron apuntarse a un concurso de modelos. Mar ganó. El premio era un viaje a París. El premio era salir de Usera. Y Mar, una vez probó la espuma de la vida, no se volvería a conformar con el agua del grifo.
La chica que quería salir en las portadas acabó hospitalizada por una de ellas. Sumida en una depresión y, convertida en una obsesión para España, Mar Flores se convirtió en el punto de no retorno para una prensa rosa que cambió asumiendo acciones ilegales y descarnándose en ‘Tómbola’. El periodista Juan Sanguino y aquellos que conocieron a la modelo de primera mano en su época descubren cuándo, cómo y por qué decidió desaparecer. Pero, sobre todo, quién y cuándo la sentenciaron.
Y el cuento de hadas casi se hizo realidad. La chica de Usera estuvo a punto de entrar en la Casa de Alba y convertirse en Condesa consorte de Salvatierra. 1998 fue el gran año de Mar Flores: una película, un programa de televisión de éxito y un nuevo estatus social. Nunca tuvo tantos ojos pendientes de ella. Y, secretamente (o no tanto), muchos de esos ojos querían verla caer. Porque no olvidemos la moraleja de este cuento: la mujer fatal siempre debe recibir su castigo.
La vida de Mar Flores era consumida por el público como un culebrón y eso tenía una consecuencia directa: pocos la percibían como un ser humano. Los culebrones, como las revistas del corazón, se cuentan sin artistas emocionales. Sin grises morales. Para llegar a mucha gente debían recurrir a estereotipos y, por eso, fue fácil construir una imagen ficticia de Mar: la mujer fatal, fría, calculadora y ambiciosa. Pero en ese culebrón había más de un guionista en la sombra.