Marina López, Kavita Parmar y Agatha Ruíz de la Prada en diálogos con Patricia Soley. Actualmente, la moda es el segundo sector más contaminante del planeta, sólo superado por la industria petrolera. Superproducción, explotación de personas en países desarrollados y en desarrollo, consumo desmesurado de agua, pesticidas y polución de tierras de cultivo son, entre otras, algunas de las manchas de la industria textil. Empujados por una opinión pública cada vez más concienciada y por el activismo internacional en red, las grandes marcas han emprendido algunos cambios para lograr una producción sostenible y justa que, en no pocas ocasiones, han resultado ser lavados de imagen sin un compromiso real. Debemos plantearnos si la venta y el consumo masivo de prendas y complementos son sostenibles, o si debemos promover un nuevo modelo de producción y consumo de indumentaria.
Nuestro concepto de trabajo y el propio modo de trabajar están cambiando. La precarización, la inestabilidad laboral y la autoexplotación sistemática son el pan nuestro de cada día.
David Trueba, Antonio Resines y Loles León en diálogos con Luis AlegreLa vida saludable es una aspiración universal y, en los últimos años, la conciencia social relacionada con el medio ambiente ha aumentado de modo muy importante. Casi todo el mundo se propone incorporar a su vida hábitos que mejoren lo máximo posible la salud física y mental –individual y colectiva- y que potencien una relación óptima con la naturaleza y el medio ambiente: practicar deporte con regularidad, pasear, respirar aire puro, seguir una alimentación sana y equilibrada, eludir las drogas –incluidas el tabaco y el alcohol-, huir de los lugares contaminados, contribuir al reciclaje, consumir productos ecológicos, evitar los productos tóxicos y aquellos elaborados de forma poco ética, plantar árboles, ahorrar agua y energía, desplazarse por las ciudades en bicicletas o transporte público etc. Consolidar ese tipo de costumbres y actitudes exige una gran voluntad, constancia, esfuerzo, disciplina y fortaleza mental. Pero los seres humanos somos demasiado imperfectos y débiles y las cosas nunca son fáciles. Esa diferencia entre los propósitos y la realidad también es posible tomarla con sentido del humor.
Pedro Arrojo y Olga Alcaraz en diálogos con Teodoro LeónHoy en día sabemos que el planeta Tierra no es una fuente inagotable de recursos. Su sobreexplotación y la contaminación resultante amenazan la supervivencia de diversas especies, incluida la humana. La propia noción de naturaleza ha sufrido una evolución histórica: mientras que las civilizaciones agrarias la concebían como fuente divina y animada a la que debíamos agradecer su sustento, en la Ilustración culmina una revolución copernicana que la considera como un ente mecánico y desprovisto de alma, susceptible de ser explotado por la humanidad para su propio beneficio. Actualmente, la crisis ecológica demanda con urgencia un cambio de paradigma. ¿Sabremos estar a la altura?
Pedro Bravo, Albert Cortina y Cecilia Carballo en diálogos con Patricia Soley-Beltran La Organización de Mundial de Turismo caracteriza al turismo sostenible como el turismo que, teniendo en cuenta su impacto económico, ambiental y social, actual y futuro, se realiza con respeto a las comunidades de acogida. De forma gradual, la sobre explotación de las ciudades o la destrucción de determinados parajes naturales ha puesto de relieve que el turismo será sostenible o no será.De forma gradual, se proponen nuevas modalidades de viajes, como el ecoturismo, el turismo solidario o el astroturismo, que buscan una implicación ética y responsable, más acorde con la consciencia ecológica global. No obstante, hay dudas que persisten, como, por ejemplo, la sostenibilidad del intenso tráfico aéreo actual.
José Miguel Mulet y Juanjo Martínez en diálogos con Cristina Monge. Según el Programa Mundial de Alimentos, la agencia de ayuda alimentaria de la ONU, una de cada nueve personas no puede llevar una vida activa y saludable por falta de alimentos: el hambre es el mayor riesgo de salud para 795 millones de personas. Más de tres millones de niños mueren al año de desnutrición, aunque, si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, este número se reduciría en 150 millones. En este contexto, plantear la relación entre agricultura, alimentación, sociedad y salud es una cuestión de supervivencia ética. Los países industrializados practican la agricultura y la pesca intensiva con métodos muy mecanizados que explotan sin medida recursos naturales, poniendo en jaque la salud humana y la del planeta. ¿Tenemos respuestas para estos retos desde la acción personal y la global?