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La coalición de Gobierno atraviesa una nueva crisis después de la noticia de la SER de que el Ministerio del Interior había decidido seguir adelante con la compra de 15 millones de balas a Israel. Una compra de casi 7 millones de euros cuyo contrato el Gobierno se comprometió a rescindir hace meses por la masacre que está llevando a cabo el ejército israelí en Gaza. La cuestión es que Interior decidió ejecutar ese contrato la semana y esto ha provocado un enfado enorme en Sumar, que llegaron incluso a dejar la puerta abierta a salir del Ejecutivo. Del exterior la madrugada deja una imagen insólita: la de la capilla ardiente del Papa Francisco, que ha permanecido abierta toda la noche porque no ha dejado de llegar gente para darle el último adiós.
Moncloa no descarta ahora echarse atrás y anular la compra de balas a la empresa israelí que vinculada al gobierno hebreo. Dice el Ministerio del Interior, que es quien ha suscrito ese contrato, que se han estudiado todas las posibilidades para dar marcha atrás y cumplir con el compromiso de no hacer este tipo de tratos con Israel. Decían que no se puede cancelar, pero fuentes del Gobierno admiten a la SER que entienden del malestar en Sumar, que es un tema incómodo y que van a buscar más alternativas. Además, el Supremo ve indicios de delito en la expresidenta de ADIF tras la contratación de Jésica González, expareja de Ábalos; y el Tribunal también ha citado a declarar como testigo al novio de Ayuso en la investigación al fiscal general.
En plena campaña de la declaración de la renta ocupan la escena mediática dos elementos que deberían cabrear a cualquier contribuyente que paga con gusto sus impuestos para tener unos servicios públicos de calidad. Una es la mega campaña publicitaria que ha tenido un pequeño país llamado Vaticano cuyo rey acaba de morir, un rey teocrático y absoluto.
Toda la vida deseando que el nuevo papa fuera joven y rupturista, y ahora rezamos para que sea viejo y continuista con la labor del pontífice de fallecido. Porque las nuevas generaciones de la Iglesia son muy de derechas. Hace 50 años siete de cada diez sacerdotes ordenados se consideraban progresistas o muy progresistas. Hoy ocho de cada diez son conservadores o muy conservadores.