Futuros barrocos

Podium

Pocas cosas desencadenan más ansiedad que elucubrar sobre el futuro. Por eso, cuando nos invitaron a participar en la edición de este año de la Biennal de Pensament de Barcelona, concebida bajo el marbete de “el mañana de todo”, corrimos temerosas a buscar refugio terapéutico en los delirios proféticos, en el desasosiego cronofóbico y en la temporalidad escatológica de nuestros siglos más favoritos. Acompañadas (contra todo pronóstico) por Francis Bacon y sus desiderata, de la mano de un (hasta este instante) desconocídisimo fray Juan del Pozo y su minuciosa manía por textualizar deseos tan necesarios como la multiplicación de anguilas en cualquier estanque y arropadas por Lucrecia de León, la veinteañera más embaucadora del Madrid del siglo XVI, en este episodio rebobinamos hasta los futuros barrocos para aplacar las ansiedades de nuestro propio porvenir. Si las personitas del barroco sabían que lo único que merecía la pena era la búsqueda incansable de lugares utópicos alejados de la tiranía de la productividad, si encontraron en una preciosísima ética del capricho el asidero necesario para combatir el pánico ante esa inminencia llamada futuro, nosotras (y vosotras) no vamos a dejarnos consumir por la nebulosa de lo que está por llegar. Si no puedes seguir viviendo sin saber por qué Lucrecia de León mandó construir unos bunkers en Villarubia de Ocaña, si te va la vida en descubrir por qué Robert Boyle hubiera sido más feliz en el Berghain que en la Royal Society, dale corriendo a play.

Más episodios

Costumi un po’ licenziosetti: Ribera

En este episodio grabado nada menos que entre la gran magnirrotura de mosaicos, columnas jónicas, cúpulas y ramillete de bajorrelieves que alberga el Petit Palais de París, nos adentramos, de la mano de la exposición “Ténèbres et lumière”, en el sensorio barroco que palpita en la pintura de José de Ribera: cruisings martirológicos, santos muy inviting bottoms, dermis sanguinosas y santísimos sacramento agusanados. Una travesía por el crudo tenebrismo de una pintura que, en las inmisericordes palabras del escritor Théophile Gautier, “parece haber sido ejecutada para caníbales”, con figuras a las que “deja retorcerse como trozos de serpiente en una sombra hosca y amenazadora que no ilumina el mayor rayo divino”. Acompañadnos, amigas, en este intento parisino por averiguar si en los orígenes de la mafia napolitana está un español nacido en Játiva, calibrar los compromisos del mecenazgo y demostrar una vez más que el convento está siempre agazapado hasta en los rincones más insospechados y “licenziosetti” del barroco. Si no puedes vivir ni un segundo más sin escuchar nuestra momento más “Bertín Osborne-coded” hasta la fecha, dale corriendo a play. Gracias y aplausos y amores al Instituto Cervantes de París por auspiciar el desembarco parisino del barroco, a Eduardo Navarro por su delicioso apostolado y a todas las amigas que vinisteis a arroparnos (¡también las que no pudisteis entrar!)

Céspedes

Entregadas en cuerpo y alma a descubrir todas las vidas menudas del barroco, en este episodio llevamos a cabo una operación de reciclaje que no es, en ningún caso, fruto de la desidia, sino una respuesta a todas las oyentes que desde hace años nos pedís que recuperemos a una de las personitas más fascinantes, olvidadas y tergiversadas de nuestros siglos más favoritos. “Céspedes — Elena y Eleno de, natural de Alhama, esclava y después libre, casó con un hombre y tuvo un hijo, después y muerto su marido se vistió de hombre y estuvo en la Guerra de los Moriscos de Granada, se examinó de cirujana y se casó con una mujer. Fue presa en Ocaña y llevada a la Inquisición donde se le acusa y condena por desprecio al matrimonio y tener pacto con el demonio. Sentenciada a salir al Auto público de fé que se celebró en la plaza del Zocodover de Toledo el domingo, 18 de diciembre e 1588, al que salió en forma de penitente con coroza e insignias que manifestaban su delito, abjuró de leve, y se le dieron cien azotes por las calles públicas de Toledo y otros cien por las de Ciempozuelos, reclusión de diez años en un hospital para sirviese sin sueldo en las enfermerías”. Entre acusaciones de “embaidora y embustidera”, de “invenciones y embelecos”, “embustes y embelesamientos”, asoma toda la violencia inquisitorial volcada en vencer la molesta ilegibilidad de un cuerpo fronterizo. Con este primer folio del proceso inquisitorial que se le abrió a Céspedes, comenzamos nuestro biopic barroco más demandado hasta la fecha: reconstrucciones históricas delirantes, atosigantes miradas panópticas, asombrosas transformaciones anatómicas y un constante nombrarse y renombrarse en el espacio mismo de la ilegibilidad. Si no podéis vivir ni un minuto más sin saber por qué el apellido de la mujer de Céspedes parece un jaque mate desternillante a la disciplina inquisitorial, dadle corriendo a play.

Catarina, vísteme

Se nos ocurren pocos regalos navideños más golosos y embriagadores que este retablo de dolores y angustias: el relato de la vida de una aspirante a santa tan cuajada de polémica que, en palabras del jesuita con carita de brontosaurio Antonio Núñez de Miranda, “ha de pulsar de susto el corazón, y latir de sobresalto en el alma”. En este episodio novohispano hablamos de alguien con más fervor jesuita que nosotras, de alguien que se resistió a los arrumacos de los hombres con más empeño que una lesbiana estrella dorada, una mujer que viajó, padeció, soportó, y luego rozó con las yemas de los dedos el tick azul de la santidad. Acompañadnos, amigas, en este biopic mexicano sembrado de secuestros, milagros, Baby Jesus con apego evitativo, Baby Jesus acosadores, bilocaciones bélicas y, sobre todo, un aparatoso entramado jesuita e inquisitorial bajo el que intentaremos llegar a la auténtica voz de la inconmensurable, muy manoseada, y después olvidada, Catarina de San Juan. Igual que el Niño Dios se encaramaba desnudo y suplicante al regazo de Catarina susurrándole al oído “Catarina, vísteme”, así nosotras nos encaramamos zalameras al micrófono para implorar: “México, invítanos”. Si no puedes seguir respirando hasta saber por qué este año nuevo tienes que cambiar el manifesting por la profecía, y si te va la vida en contabilizar las veces en que Catarina salvó milagrosamente la vida en su Destino final barroco, dale corriendo a play.