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El programa del gobierno no está sujeto a que se apruebe o rechace la Nueva Constitución, dijo en estos días el ministro de Hacienda. Recordó así una larga historia de grandes reformas legisladas con la Constitución vigente.
En estos días es la propuesta de Fiscal Nacional; en los próximos será el TPP. La renuncia a las aspiraciones originales ha marcado al gobierno en su primer año. Pero todos los gobiernos han claudicado; el triunfalismo de los adversarios puede ser traicionero.
La discusión que ya se enciende sobre el 6 por ciento de cotización adicional y sobre el futuro de las AFP, deja en segundo plano el cambio de fondo que revela la reforma: la reivindicación de la capitalización.
Los trabajadores de los próximos 40 años van a tener que hacer un aporte que sus mayores no hicieron por sus propias pensiones, y tendrán que hacerlo en tiempos quizás menos favorables. Nadie sabe si en 40 años más habrá una generación futura suficiente y dispuesta a devolver el favor.