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En aquella revolución cultural de los años ochenta en España florecieron decenas de bandas de todos los estilos, géneros y orígenes. Muchas de aquellas formaciones estaban allí porque se podía, porque todo valía, porque ese aire de libertad que flotaba en el ambiente invitaba a ello. En ese contexto nació El Último de la Fila, un grupo diferente a los demás en cuanto a su propuesta, su sonido y sus letras.
Tras un llamativo debut el grupo editó Enemigos de lo ajeno, un álbum que fue un salto en su carrera y que llegó en un 1986 que fue un punto de inflexión para Manolo y Quimi. En comparación con otras banda que irrumpieron en los ochenta, ellos ya estaban en la treintena, habían pasado (y fracasado) por otras bandas y veían que el sueño de una vida musical se alejaba. Pero esta ocasión, esta banda, iba a ser la buena y la definitiva y todo explotó con Insurrección y con Enemigos de lo ajeno, un disco que es parte de la historia del pop en España.
Tras años curtiéndose en la música todo explotó con este disco que capta el talento de Manolo para escribir letras afiladas, honestas y cruda que conectaron con miles de jóvenes y el ingenio musical que Quimi, capaz de coger por primera vez una guitarra de doce cuerdas e improvisar la música de Insurrección.
Esta semana sentamos en el Sofá Sonoro el segundo disco de El Último de la Fila y para recorrerlo nos acompañan Arancha Moreno y Lucía Taboada.
Esta semana David Moreu nos trae al Sofá Sonoro 'King and Queen', el álbum que junto a las dos estrellas de Stax poco antes de la muerte de Otis Redding.Escucha el programa dedicado a la actuación de Otis Redding en MontereyEscucha el programa dedicado a los duetos de Tammi Terrell y Marvin Gaye
Un programa especial de versiones, discos tributo y homenajes musicales.PLAYLIST | Todas las canciones del programahttps://open.spotify.com/playlist/4mqPiUWhUj7iOIhKkvSP8v?si=6a7e36f2f33540d1
Entre 1956 y 1964, Ella Fitzgerald editó una serie de ocho discos que rindieron tributo a los hombres y mujeres que habían dado forma a eso que se llamó El Gran Cancionero Americano, canciones de musicales de Broadway y de películas de Hollywood que formaron la banda sonora de la primera mitad del siglo XX. Aquel movimiento redimensionó la carrera de Fitzgerald tras sus años en Decca y fue su gran legado como artista. Esos cancioneros o Songbooks rindieron tributo a Cole Porter, Duke Ellington, Irving Berlin o los hermanos George e Ira Gerswin y asentaron su obra y legado entre los amantes del jazz convirtiendo sus composiciones en algo atemporal y eterno. Esta semana recorremos esos discos de la mano del periodista Manuel Recio y con los reportajes de Lucía Taboada.