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Joaquín Estefanía analiza el auge de la extrema derecha en Europa.
Conmemorar, 50 años después, que la muerte del dictador supuso el arranque de un proceso que permitió recuperar las libertades y la democracia en este país no debería ser motivo de confrontación, debería ser motivo de reconocimiento unánime del trabajo que se llevó a cabo entonces para que pudiéramos volver a gozar de la libertad arrebatada tras un golpe de Estado que sumió a España en una terrible guerra civil y en una posterior etapa marcada por el terror, por el miedo, por las ejecuciones y por el silencio.
No me he enterado hasta mi regreso de los fastos conmemorativos que nos aguardan para celebrar la libertad y la democracia, ahora que se cumplen 50 años del deceso del tirano, evento que marcó el principio del fin de la larga noche oscura que muchos y muchas habían intentado iluminar, pagando a menudo un alto precio que todavía debería dolernos.
No es malo que los líderes autonómicos estén en sintonía con el líder nacional, pero sí es malo que no haya contestación interna de personas y de ideas. Con lo que el propósito de año nuevo para Sánchez es dejar políticamente vivo a un disidente socialista.